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Me han pedido mis compañeros que han realizado este reportaje, Una noche en la ópera, que me acerque a la figura del gran genio y compositor Giacomo Puccini. Por supuesto no lo voy a hacer bajo un prisma operístico y como experto en música clásica, que no lo soy. Tampoco os voy a hablar de las distintas adaptaciones audiovisuales que han tenido sus óperas más conocidas, que podéis encontrar en el mercado con grandes interpretaciones y directores de escena que le dieron su particular visión a las mismas. Algunas de ellas de muy alto nivel. Como ya habréis adivinado, será bajo la mirada que ha tenido este artista en el cine.
Empezamos por su vida, que ha sido llevada tres veces a la gran pantalla, que yo recuerde. La primera, Puccini (1953) es la más popular. Aquí se nos contaba la historia de su vida aderezada con algunas de sus grandes creaciones para un público no necesariamente entendido y que pretendía simplemente entretener. Por supuesto, se hacía un blanqueamiento de su vida personal contándonos sus penurias y éxitos y olvidando los momentos más oscuros del compositor. No fue hasta 1984 cuando el cine volvió a acordarse del artista para centrarse, no sólo en su obra, sino en algún momento tormentoso que al parecer tuvo el buen hombre. De producción inglesa, pasó con más pena que gloria y ahí se quedó. Pero mira por dónde en el 2009 la TV vuelve al ataque con otra biografía que está claro no pasó a la historia.
Pero lo que sí es cierto es que su música ha estado presente en muchas películas, sobre todo el aria Nessun Dorma de la ópera Turandot. Todo un reto para cualquier tenor que se precie. Los especialistas siempre han destacado la gran interpretación que hizo de ella el gran Luciano Pavarotti. Os voy a destacar algunos de esos momentos cinematográficos donde sonaba la popular aria. Comenzamos en el cine español con la película de Alejandro Amenábar Mar adentro. Cuando su protagonista, interpretado por Javier Bardem, está inmóvil en su cama su mente se libera de su cuerpo y viaja volando a través de su ventana a ese mundo que ya no puede ver. Momento mágico en el que las imágenes y el aria encajan a la perfección.
En el extremo opuesto está una de las películas de la saga Misión Imposible, concretamente en Misión Imposible: Nación secreta (2015) donde Tom Cruise vive uno de los momentos de mayor tensión con la ópera de Viena como escenario durante una representación de Turandot. Es cierto que el clima y dramatismo del aria logran encajar perfectamente entre lo que sucede en el escenario y en el teatro.
La verdad es que este aria funciona bien en todo tipo de situaciones, como podéis comprobar en Pánico nuclear (2002), una de las aventuras del agente Jack Ryan encarnado por varios actores. En esta ocasión recayó en el pésimo Ben Affleck, el peor de todos. La música suena mientras las dos potencias, EEUU y Rusia, firman un tratado de paz. Especialmente emotivo es el momento en el que la película de Barbra Streisand El amor tiene dos caras (1996) tiene lugar el encuentro amoroso entre los dos personajes principales, interpretados por la propia Streisand y Jeff Bridges. Ambos se entregan a ese amor que parecía imposible. Por cierto, aquí suena la versión de Pavarotti.
Para no abrumados más quiero acabar con este repaso de Nessun Dorma y Puccini mencionando la película Quiero ser como Beckham (2002) en una de mis secuencias favoritas: cuando la protagonista está celebrando la fiesta de matrimonio de su hermana mientras se siente rota por dentro ya que no puede asistir a la final en la que debería estar jugando. De pronto se produce el milagro, y dejan a la joven acudir coincidiendo con ese final del aria y su felicidad absoluta.
Podríamos seguir, pero lo vamos a dejar aquí, en ese momento de felicidad que nos deja Puccini. Cada vez que se le ha utilizado en el cine ha tenido brillantes resultados, ya que su música engrandece las imágenes y aunque suene cursi, nos toca el corazón.