Soy maestra y orientadora desde hace más de 20 años. Ejerzo mi profesión y vocación en la escuela concertada, y lo hago por elección y por convicción, no porque “no me haya quedado más remedio”. A la vez, diré que soy persona de paz y de diálogo y huyo de la polémica, por ello hace ya unos años que no me gusta la política, ni hablar de ella. Pero, con estos datos, me creo con derecho a expresar mi opinión sobre la enésima reforma educativa. Al menos, puedo hablar desde la experiencia y sé de lo que hablo después de años de ejercicio, frente a tantas voces que lo hacen sin saber de lo que hablan. Craso error en política: hablar sin saber, opinar sin contrastar, decidir sin dialogar. El pan nuestro de cada día.
¿Por qué NO A LA LEY CELAÁ COMO SE ESTÁ PLANTEANDO? Porque hay certezas, cosas que son ciertas y cosas que no lo son:
- SÍ es cierto que esta ley atenta, directa y voluntariamente, contra la escuela concertada.
- SÍ es cierto que se basa en el presupuesto de que hay educadores de primera y educadores de segunda. Los profesionales de la educación lo somos cuando terminamos nuestra etapa de formación y cuando nuestra formación continua valida nuestro quehacer diario. Los profesionales de la educación no lo son solo cuando (o si) aprueban una oposición. Por tanto, me considero igual de preparada y de eficaz que cualquier compañero que haya superado un examen de oposición.
- SÍ es cierto que la escuela concertada nunca ha necesitado compararse con la pública ni menospreciar a esta para ponerse en valor. ¿Por qué hay quién sigue planeándolo al revés? Divide y vencerás, esa hay sido la consigna. Es importante que los docentes, da igual donde ejerzan su actividad profesional, debatan juntos sobre educación y defiendan el derecho a una educación de calidad: que es a lo que tienen derecho quienes se forman.
- SÍ es cierto que creo que la escuela pública ha de ser de la mejor calidad en España, lo creo firmemente. Hagan autocrítica los poderes públicos, ¿es así? (y solo pregunto, no afirmo). ¿Hay mecanismos de control y de impulso para que la escuela pública sea de la mayor calidad, de nivel y apostando por la innovación? En la red concertada, los hay. Estudien dónde y cómo se ha desarrollado la innovación educativa aquí, de la mano de quién y bajo qué paraguas y paradigmas educativos. No verán ajena a ello a la escuela concertada, que ahora pretenden vapulear, a pesar de sus resultados.
- SÍ es cierto que la concertada le sale barata al Estado. Hasta la mitad de inversión se necesita para educar a un alumno en esta escuela frente al dinero que destinan a la pública. Habría que preguntarse a costa de qué se dan tales ahorros. Qué bien ha venido esto a las arcas del Estado durante años. Ahora que la natalidad desciende y hay menos escolares, parece que nos basta la pública para atender la educación, pero ¿se atiende también la demanda social? ¿Es razonable que los “servidores públicos” ninguneen la demanda de una gran parte de la ciudadanía, cuando esta pretende ejercer -sin meterse con nadie- un derecho fundamental?
- SÍ es cierto que la concertada responde a una demanda social, donde se reclama nuestra labor y presencia, por parte de familias de toda condición. Analicen los estudios independientes que hay al respecto. ¿No son ustedes los representantes del pueblo? ¿O lo son solo de unos pocos? ¿No son ustedes los veladores del bien común?
- SÍ es cierto que hoy somos una opción para las familias que quieren elegir libremente el tipo de enseñanza que quieren para sus hijos. Lo del “café para todos” en temas tan trascendentes como la educación, no vale; o ¿a ustedes les vale?
- SÍ es cierto que el profesorado recibe su sueldo de las Administraciones públicas (o sea, de nuestros impuestos) y que los centros reciben una dotación económica en lo que se llama la Partida de otros gastos. Ambos conceptos insuficientes y deficitarios. Las jornadas laborales de los profesores de la escuela concertada son mayores y los sueldos menores; debe de ser que somos educadores de segunda, o que no hemos aprobado un examen puntual que da derecho a otras formas de ser valorado. La partida de otros gastos no cubre ni con mucho las necesidades de un centro. Y aun así, peleando todo esto, hemos salido adelante y hemos seguido dando respuesta a nuestros alumnos, familias y sociedad. Con resultados: la concertada que pretenden laminar, los profesionales que, de lograrlo, mandarán al paro, funcionan. Y con nota.
- NO es cierto que la concertada no atienda a minorías inmigrantes, a alumnado con necesidades especiales, población de especial dificultad… no es cierto, consulten datos. Hagan sus deberes, cumplan con su obligación.
- NO es cierto que la escuela concertada católica adoctrine a alumnos y familias. Nuestras aulas, como todas las aulas de este país, son diversas, en condición socio-cultural, en estatus económico, en creencias religiosas… ¿Han pisado alguna vez nuestras aulas u opinan sobre lo que ven de lejos, sobre lo que se dice, sobre lo que se rumorea, con pre-juicios?
- NO es cierto que la concertada, en general, se construya sobre suelo público gratuito y sobre medios cedidos gratuitamente. Muchas Congregaciones y movimientos han comprado y levantado sus colegios, ladrillo a ladrillo, con sus propios recursos.
- NO es cierto que somos una escuela subsidiaria de la pública, somos -y queremos seguir siendo- complementaria. Estamos presentes y estuvimos presentes desde hace mucho (1985), como única opción, en zonas donde era difícil estar y además éramos una buena opción para el Estado al que resolvíamos una papeleta considerable. Y con esto no queremos dar pena, no la hemos querido dar con ninguna de las situaciones que soportamos, queremos que sea reconocido nuestro lugar por derecho y nuestra labor. Hagan historia, señores.
No es momento -con “nocturnidad”, ¡en plena pandemia, con nuestros derechos limitados por un Estado de alarma, con España desangrándose sanitaria, económica y laboralmente!- de otra nueva ley educativa. Ahora no y no así. Sin diálogo, sin consenso, sin haber hecho los deberes. Sin embargo, una vez más la educación y, hoy, la educación concertada, somos moneda de cambio político. Poco importan los alumnos, las familias, los docentes y otros trabajadores, los centros educativos… frente a los pactos y búsqueda del interés general, la imagen, los prejuicios y la demagogia.
Hagan sus deberes, señores políticos, analicen datos, tengan en cuenta la historia y la realidad, escuchen, busquen soluciones que construyan, donde quepamos todos… y, sobre todo, hablemos de una educación de calidad que es lo que nos salvará como país. Revisemos la educación, no la concertada, no la pública, no la privada, revisemos la educación y de ahí se derivarán muchas otras decisiones. ¿O es que creen que ahogar a la concertada es la solución para que nuestro sistema educativo mejore? ¡Qué error y qué pobreza de miras! Ya lo decía al principio, si es que no me gusta hablar de política…
Dori Díaz Montejo, Educadora de la escuela concertada Colegio Montpellier. Madrid